20 abr 2010

CON RUMBO

Lydia camina sin rumbo. Salió de casa con intención de ir hasta la estación de Atocha y tomar el primer AVE que saliera hacia cualquier sitio. Se había preparado un gran bolso con las cosas de aseo y un pijama y pasaría la noche en cualquier hotel, necesitaba alejarse de Madrid, aunque solo fuera un par de días. Pero cuando llegó no había ningún tren pronto a salir, debería esperar al menos una hora y una hora era demasiado tiempo.
Según camina por el Paseo del Prado, no es consciente de que se va tambaleando. Una señora se acera:
-Perdón, ¿se encuentra usted mal?, le dice. No puede ser que una señora tan elegante vaya borracha. Piensa. Lo más probable, es que este enferma.
- No, gracias, solo un poco mareada
Lydia camina sin rumbo, tambaleándose, no se encuentra bien
- Dirá usted que me meto en lo que no me importa, pero le pasa algo, puedo parar un taxi, si quiere. Insiste la mujer
- Gracias señora es muy amable, pero me encuentro bien. Me sentaré un ratito y estoy segura que enseguida estaré bien. Gracias de nuevo.
Entonces se da cuenta de que salió temprano de casa y no se detuvo a desayunar, tan solo a prepararse la bolsa y salir, tenia que salir, salir lo mas rápido posible, la casa se le caía encima. Llevaba mas de un mes sin apenas comer, ni dormir, sin comentar con sus hijos lo que le pasaba, ellos tenían “sus cosas” para que fuera ella con sus historias.
Esta el Hotel Ritz. Son las dos. Hace más de cuatro horas que salió de casa. Es un buen lugar y una buena hora para comer.
Entra en el jardín. Rápidamente se acerca una amble camarera y la conduce hasta una mesa
- ¿Sola? – le pregunta
- Sí – contesta escuetamente
Le ofrece una copa de cava, al tiempo que le indica que debe dirigirse al buffet. A su alrededor bastantes clientes, casi todos extranjeros. Ahora se siente mal por haber tomado esta mañana la decisión de escapar, porque ¿escapar, a donde? ¿y de qué?
Es verdad que todo fue muy rápido. No hacia dos meses que se había muerto su marido y en el trabajo, en el trabajo que era su vida, en el trabajo que tantas alegrías le había dado, en el trabajo de donde ella pensaba no se iría nunca, la habían jubilado. Había cumplido sesenta y cinco años y tenia que jubilarse. El mundo se le vino encima ¿qué iba a hacer ahora?
En la mesa de al lado una pareja mayor, planean un viaje alrededor del mundo. Lydia les mira sin disimulo. Y piensa: “No es mala idea”.
Han pasado seis meses y ha recobrado fuerzas y ahora es el momento para hacer algo que siempre tuvo en mente: Un largo viaje. Le viene a la memoria la conversación de la pareja del Hotel Ritz, ellos también eran mayores, seguramente más que Lydia, pero también es verdad que estaban juntos y ella estaba sola.
Con paso firme, segura, se dirige al mostrador del aeropuerto. En Grecia embarcará para un crucero y a su regreso ya tiene otro programado. Viajará. Estará unos días en Madrid y volverá a hacer otro viaje. Tiene que ir a Roma, cuando tiró sus monedas a la Fontana de Trevi, pidió dos deseos: volver y volver acompañada. Y los deseos siempre se cumplen.

CarmenNavarro

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