6 abr 2010

De Atajate…


De Atajate era Juan, a minutos de Ronda, minutos que debieron ser horas en esos tiempos. Su esposa, muchos años después repetía : “- Se iba de ronda, allá en Andalucía los fines de semana”, se fué la pobre sin entender que iba a Ronda, a vender sus cabras, a comprar lo necesario, los fines de semana…
Diecinueve años tenía Juan cuando sus padres, agobiados por aquella situación, esa maldita peste que destruyó los viñedos, que lo hizo perder todo…hasta la esperanza, decidieron su partida…
La cosa ya no daba para más. “Nos vamos Rosa…” – dijo Francisco con el rostro cansado, las manos ásperas, el alma inquieta, el corazón en deuda por no haber podido darle esa comodidad que él deseaba para ella, comodidad a la que ella había estado acostumbrada. Sabía que estaba pagando muy caro su engaño. La sacó de su hogar, convenciéndola de su buen pasar con unas monedas obtenidas de la venta de unas cabras que no le pertenecían… y ella compró el engaño, quizás deseando que fuera verdad.
“Nos vamos Rosa…quizás la nueva tierra nos dé una oportunidad”.
Allá partió Francisco con sus hijos mayores, a la tierra de las promesas, de las ilusiones. Al poco tiempo lo siguió Rosa con los tres restantes, entre ellos Juan…
En Atajate quedaron los recuerdos, los afectos, los paisajes queridos, los olivares….la familia que decidió quedarse y luchar ahí, aunque les costara el pellejo…
“Llegaste Rosa…”la nueva tierra los recibió, con ojos asombrados como los de Juan aquella mañana, con los brazos abiertos , como los de Francisco, para quién ella, Rosa, la de los ojos verdes, era su más preciado tesoro.
Pasó el tiempo, Juan, como sus hermanos comenzó una nueva vida, de mucho trabajo, de sacrificios no siempre compensados, abriendo caminos, conquistando lugares.. . No pasó mucho tiempo hasta que Juan se encontró con Elina, una criolla rozagante, cálida, trabajadora y bien intencionada y juntos emprendieron la lucha que significaba por esa época fundar una nueva familia. Llegaron los niños, uno tras otro, Paco, Norma y un tiempo después Roque….
Los recuerdos de su pueblo siempre estaban ahí, en cada comentario, en ese acento andaluz que nunca quiso dejar, para quién quisiera escucharlo… No eran muchos, cansaba un poco oír siempre lo mismo….
Juan no tuvo mucho estudio, sólo brazos y manos fuertes para el trabajo y una mente prodigiosa, que no se cansaba de pensar, de inventar, de resolver acertijos, de fabricar rompecabezas, de proponer juegos de mesa,,,para quién quisiera acompañarlo…No eran muchos, cansaba un poco sentarse a pensar en ratos de ocio…
La mayor de los nietos de Juan, quizás por ser primera y luego supo única hija de su única hija mujer, llegó a su vida y creo, le robó el corazón. Había en su mirada una atención y un interés muy especial , esos ojos grandes, muy grandes, le recordaban a su madre quizás…y escuchaban grabando cada detalle. Cómo le gustaba a la niña oír sus historias…Atajate, sus viñedos, los olivos, el molino aceitero del pueblo donde la familia llevaba su cosecha para recibir luego el aceite que usarían todo el año, las cabras, los perros, las zapatillas que había que tejer con una especie de yute de la zona para proteger los pies, las sierras, los juegos infantiles de la época, el lavadero comunitario, agua que vertía de las sierras, donde las mujeres se reunían a lavar sus ropas y a comentar las novedades del pueblo.

Tanto le gustaba a la niña escuchar esos relatos, que casi sin querer se apoderó de los recuerdos de ese pueblito, lo sentía suyo, como si ella misma hubiese estado ahí. Cómo la ilusionaba conocerlo un día…o al menos que Juan volviera, a cerrar capítulos, a respirar ese aire, a abrazar a los que aún seguían ahí luchando…
En un intento por conservar esos lazos, recuperando direcciones de cartas viejas y olvidadas, se entabla un diálogo a la distancia. Con la familia? Hmmm, no precisamente. Es la novia de Antonio, uno de esos primos lejanos quien rescata uno de esos llamados y oh sorpresa!, la comunicación estaba lograda… Resultaba casi mágico: “Abuelo, llegó carta de España!”, ajando el papel de tanto acariciarla, de leerla y releerla…para quienes quisieran escucharla….No eran muchos, no siempre interesaba saber de tierras lejanas…
Iban y venían misivas, postales, fotos de parientes. Algo es algo Juan, estas cartas traen aires de tu tierra, ¿No era eso lo que querías?…
Y Juan parte un día, sin concretar su deseo, el de volver a España, el de llevar a la niña a su Atajate añorada.
Pero nada queda inconcluso cuando hay sentimientos fuertes y verdaderos, Dios se encarga de eso…
Pasan los años, parecen no tantos a la distancia, pero la niña ya es esposa y madre de dos muchachos que han oído hablar de Juan, nombre que heredó uno de ellos, el mayor, han oído de Atajate, de su significado, saben detalles, que escucharon siempre con ojos grandes y asombrados…como los de Rosa, como los de Juan…
Quiere el destino que esta familia de cuatro, parta junta al País del Norte, “Por trabajo de papá…” decían los niños. Los esperaban dos años de experiencias nuevas, idioma nuevo, amigos nuevos y esperanzas nuevas…
En el País del Norte está todo organizado, si papá tiene buen trabajo mamá no debería trabajar, entonces, ¿qué hace ahí esa propuesta como traída por los reyes magos? Y mamá trabaja, una oportunidad así, no hay que dejarla pasar. Nada sucede porque sí, debe haber una razón…Sí, había algo inconcluso por ahí…y como dije antes: Dios se encarga siempre de eso…. Sí, la suma da exacta, podemos ir a España!!!
Hay que contarle a los niños, hay que rescatar direcciones olvidadas…pero ya no estamos en casa, esas cartas viejas se quedaron en el camino de la mudanza, hay que apelar a la memoria…Hmmm, Pasaje las Flores se llamaba?
“Me siento echando una botella con un mensaje al mar”, comenzaba diciendo la carta…y bueno si no, se puede hacer el viaje por nuestra cuenta ¿no amor, no niños?
Veinte días pasaron y lo que voy a contar parece mágico: “ Amor, niños llegó carta de España!”.
“La botella que tiraste al mar ha llegado a su destino” comenzaba diciendo la carta.
Allá estaban los que se quedaron a luchar, aún a costa de su pellejo. Allá estaban esperándonos con los brazos abiertos como los de Francisco, como los de Rosa…
Resulta muy difícil describir la emoción, la sensación de estar viviendo un sueño, de alcanzar una estrella que parecía tan lejana.
“Después de esta curva verás el pueblo” dijo Antonio, ese primo lejano.
Atajate querida, Atajate añorada…apareciste ahí como salida de un cuento de hadas!
Caserío blanco, como apretado, como abrazando, como acaparando sueños, como esperando a tus hijos desarraigados, como queriendo cobijar a esa niña, que te miraba con ojos grandes, muy grandes, asombrados, como los de Juan aquella mañana…

Vivi Varotta

No hay comentarios:

Publicar un comentario