6 abr 2010

LA SEMANA TIENE DOS DÍAS

Era lunes otra vez y nuevamente se reunían los siete de siempre, como todas las semanas de tantos meses y tantos años. Aquella tarde el río que dividía los dos pueblos venía cargado de agua. El agua parecía tener prisas para llegar a algún sitio, no necesariamente su destino, aunque toda agua tenga un destino, aunque todos lo tengamos. Y aquellas aguas lo tenían. “Esta agua es buena”, comentó Lucas. “El agua sólo es buena, si es para beberla”, le replicó Plácido, “y bastante daño que está haciendo”, remató conciso para terminar diciendo “Ojalá que el Señor consiga que deje de llover; yo se lo he pedido”. Andrés dejó a todos pensativos y olvidando el tema, mientras todos meditaban sus palabras: “El agua no conoce su destino y por eso no es ni buena ni mala. Pensad que una cosa es saber dónde se va y otra cosa es ir sin saberlo”, apuntilló Andrés.

Eso decía siempre Andrés Mercurio, el farmacéutico: “una cosa es saber dónde se va y otra es ir sin saberlo”. Tenía su mente repleta de sentencias sobre el movimiento y sobre nuestro común destino. Su favorita confesó un día que era de creación propia: “todos los ríos llevan sus aguas al mar del silencio”. Conocía de memoria más de cien citas de personajes célebres. Su apellido parece que ya le había predestinado para estudiar farmacia, pero la realidad es que su padre fue farmacéutico y le preparó la herencia del negocio, le cultivó su vocación y así “la cabra siempre tira a la monte”, como también solía repetir Andrés. Gran viajero, que su buena situación económica le permitía; pero Laura un día le dijo que viajaba tanto, “porque su cuerpo se lo pedía por sus muchas horas de dedicación al estudio y al trabajo, que le venía bien para el estrés y que bien que se lo había ganado”.

Laura era la única mujer del grupo. Nunca se casó y su hermosura era evidente ante los ojos de ellos y los de ellas. Nunca se le reconoció relación con varón del pueblo, pero todos sospechaban que tuvo que haberlas tenido. ¿Tal vez en otro pueblo? ¿Tal vez hace muchos años? ¿Tal vez algún encuentro deprimente en los años de escuela o instituto? ¿Tal vez algún amor torcido en los tiempos de ceguera juvenil? Lo cierto es que era dulce y cariñosa. Era amable sin excepciones. Era inteligente y simpática. Su risa era elegante como la sonrisa. Su busto bien puesto era centro de diana, cuando ella quería miradas, aunque algunas miradas le molestaran. Además había heredado una gran casa con un precioso huerto. Muchas moscas se la acercaban, sí esas moscas que buscan tesoros ajenos. Pero un buen huerto requiere mucho tiempo y el amor requiere una eternidad. En el pueblo, muchos comentaban que era lesbiana. Pruebas no había, ni a nadie debería importarle, pero hay muchos ojos que despiertos solo miran hacia fuera y en casa solo duermen.

- Este miércoles dan un documental sobre el daño que le estamos ocasionando al planeta. Me han dicho que es lo mejor que se ha hecho hasta ahora. Tiene unas sorprendentes fotos tomadas desde satélites. Muy imparcial y sin tintar de dramático. Aportan soluciones. Por lo visto, el ceodós y la superpoblación humana generan efectos más devastadores que las guerras.

Esto dijo Martín, mientras todos le escuchaban en total silencio y mirándole. Nunca le interrumpían. Martín era general retirado (en la reserva activa). Perdió a su único hijo en una misión humanitaria. Nadie hablaba nunca de eso. Era un acuerdo implícito. Él no hablaba de eso y de eso nadie hablaba. Había sido general y ahora era enemigo de las guerras y gran amigo del planeta. Hombre curioso donde los haya: su poema preferido -que recitaba como nadie- era “la canción del pirata”, de José de Espronceda, ése que comienza con “con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela”.

Entre las gotas de lluvia pegadas a los cristales de la ventana, agarradas, adheridas como si no quisieran nunca evaporarse y escudriñarnos desde afuera, varias notas de luz atravesaban las sombras penetrando hasta nosotros.

- “Los problemas del planeta se arreglan solos, Martín”. Le dijo Lucas, que era el hombre más positivo del mundo. Algo supersticioso, sí, aunque inteligente. Pensaba que la Luna influía absolutamente en todos los seres humanos, en el clima, en las plantas, en el cambio climático, en la desaparición de los dinosaurios, absolutamente en todo. Pensaba que era más importante la Luna que el resto de planetas y que toda la galaxia. Que era más importante que los genes. Pensaba que la Luna lo arreglaba todo y ponía las cosas en su sitio. Decía que La Tierra era lo que era gracias a la Luna. Decía que la Luna nos daba la luz reflejada que nos permitía evolucionar relajados, mientras la del sol nos deslumbraba. Eso sí, no creía en los horóscopos ni en la astrología. Decía que la astrología era la ciencia de contentar y asustar a todos, para ganarse un dinerillo unos pocos desalmados.

- “¡Sí, claro, ahora me vas a decir que los lunares de la Luna siempre han estado ahí y que allí nunca hubo flores!”. Le replicó en buen tono David Paz a Lucas. David Paz se marchaba del pueblo todos los sábados muy temprano y regresaba cuando todo el pueblo dormía. Nadie sabía a dónde iba. Nadie sabía nada de los sábados de David. Persona extraña, muy introvertida, pero muy bien relacionada. Conocía a todos y todos le conocían, en nuestro pueblo y en los pueblos más cercanos.

- “Pues un día de estos os tengo que contar de los “chemtrails”, las extrañas estelas que dejan ahora los aviones; dicen que es provocado, para reducir la población mundial” Dijo Juan, apodado “el jueves”, porque dicen en el pueblo que su bisabuelo se le aparecía a su padre todos los jueves para anunciarle que pronto sería el fin del mundo. Juan siempre andaba preocupado con el cambio climático y convencido de que era provocado, siempre pesimista por pensar que la maldad era innata en el ser humano, siempre asustando con tsunamis (aunque el pueblo tenía el mar a distancia de gasolina), con terremotos, con los virus (ni siquiera había contratado internet) y con tantas y tantas calamidades que unos atribuyen al pesimismo y otros a la realidad del optimista inconsciente.

Plácido le interrumpió:

- “Yo no podré ver el documental. Me marcho el martes y no regreso hasta el viernes. Trabajo demasiado. Suerte que solo trabajo cuatro días y medio, de lunes a viernes.” Y terminó diciendo: “Me gustaría verlo, pero me tranquiliza saber que el mismo Dios que cuida de los ateos, cuidará de nuestro planeta y de nosotros… y así se lo pido siempre, y muy especialmente los domingos”.

- “Haces bien, Plácido” le dijo David. “descansa, que también es necesario… que Dios hizo el sábado y el domingo para descansar”.

Alguien comenzó a hablar de la crisis. Alguien dijo que la culpa la tenían los intermediarios. Alguien hizo reír a los demás cuando comentó que “el único intermediario era la semana, que estaba subordinada al mes y era jefe de los días”.
Las ideas fluían. No era necesario leer el periódico. Ya se había leído antes. La crisis se acercaba al pueblo y ya había castigado a algunas personas y a algunas familias.
Yo pensaba que las crisis no existen y nosotros por poco tiempo.

Alguien dijo:
- “Habrá que ir cerrando esto. Yo me tengo que ir. Suerte que mañana es domingo.”

Y alguien le corrigió:
- “No, mañana es martes” Le corrigió el listo con más agilidad mental de la reunión.

Yo también pienso que mañana era domingo, porque siempre que me reúno con ellos disfruto y pienso que todos los días son domingo. Ellos me hacen sentir que pronto volverá a ser lunes y disfrutaré con ellos. Así no se enturbia la alegría ni se aniquila la esperanza. Ellos me hacen pensar que la semana solamente tiene dos días, los lunes y los domingos. Al fin y al cabo, mis lunes también son domingos. Yo sé bien que la semana tiene dos días.

TuLoSabias

1 comentario:

  1. Interesante tertulia de bar de pueblo llevaba a cabo por los siete personajes descritos, el narrador recorre diversos temas de actualidad desde ópticas diferentes dependiendo de la personalidad encomendada a cada personaje. Lo ánimo para que persista en la labor de seguir contando dichas tertulias, es un excelente ejercicio.
    Para mí la semana sólo tiene un día aunque no puedo evitar el reflejo de las gentes de mi alrededor.
    Saludos,
    E. Martín

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